martes, 16 de julio de 2013

El Cártamo (colorante natural )


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El Cártamo (Carthamus tinctorius) también conocido como alazor, romí o azafrán bastardo, lo que podría llevar a confundirlo con el precioso y noble Crocus sativus o azafrán. Nada más equivocado, dado el aspecto completamente diferente de las dos plantas, pertenecientes a familias de características opuestas y de morfología que no presenta sustanciales puntos de contacto.
El Cártamo pertenece a la familia de las Asteraceae (la misma que el Girasol) y el origen de su nombre científico, tanto del Género como de la Especie, está íntimemente ligado a sus características pigmentantes: además de tinctorius, evidentemente traducible por “tintóreo”, en particular Carthamus proviene por vía directa del árabe kurthum, que tiene sus raíces en el término hebraico kartomi, “tinte”, sustantivo que en oriente Medio, en los tiempos pasados, servía para indicar diversas especies tintóreas empleadas, sobre todo, para dar color a la lana, con la que luego se dejían las alfombras, según una antigua técnica todavía en uso.
El Cártamo entraba y entra de lleno en esta categoría, por propio derecho, dado que sus flores amarillas o anaranjadas proporcionan dos materias colorantes de notable interés: una amarilla, soluble en agua, y una roja, que reaccionaba en alcohol. Esta última es conocida como cartamina, pero comúnmente se la conoce como rojo vegetal y es muy apareciada por los pintores. En algunas zonas de África Septentrional, particularmente en Argelia y Marruecos, las flores del Cártamo, puestas a macerar en alcohol y tratadas después según una técnica especial, proporcionan la base para producir un excelente cosmético en barritas, que las indígenas usan para pintarse las mejillas, los labios y las uñas.
- Descripción
El Carthamus tinctorius es una especie anual, de entre 20 y 60cm de altura, con hojas de forma oval alargada, verde claro, con leves manchas amarillas. Entre julio y septiembre aparecen las inflorescencias, de color amarillo anaranjado, destacadas por vistosas brácteas, rematadas por largas pestañas. Bajo las inflorescencias, un tupido penacho de hojas dispuestas en forma de collar sirve para hacer resaltar la intensa tonalidad de las flores. Hubo un tiempo en que podíamos ver Carthamus tinctorius sólo en huertas o pequeños cultivos, pero después se extendió, creciendo espontáneamente, aunque en pequeñas cantidades, en las zonas de montaña o de media montaña, en los terrenos baldíos, en la base de viejos muros o entre los escombros.
- Principios Activos
Además de las dos sustancias colorantes ya mencionadas, entre ellas la cartamina o rojo vegetal, que sirve a los pintores para la preparación artesanal de un producto intensamente rojo, el Carthamus tinctorius se utiliza para reavivar el color de los licores, bebidas, jarabes e incluso de la mantequilla.
Aparte de su utilización para estos fines concretos, claramente limitarnos a un uso tradicional más que a una actividad de tipo industrial, el Cártamo tiene también interés porque algunos de sus constituyentes se utilizan en farmacología: glúcidos, lípidos, proteídos, vitamina C, celulosa, una enzima contenido en las semillas y que tiene la propiedad de hacer que se coagule la leche, un aceite incluido entre las grasas insaturadas, con acción anti-colesterol, beneficioso para quien sufre hipertensión.
El aceite contenido en las semillas de Cártamo, que es muy amargo, ejerce una buena acción purgativa y, tras una adecuada depuración para hacerlo agradable al paladar, se aconseja a las personas que siguen una dieta sin grasas animales y pobre en grasas vegetales, para integrar adecuadamente la alimentación y evitar carencias siempre peligrosas. El uso de aceite de Cártamo está recomendado a los obesos, a los que tienen problemas con el corazón y a los que sufren fenómenos de arteriosclerosis.
- Su aplicación en Ornitología
Las semillas de esta planta son amargas sobremanera pero, a pesar de su desagradable sabor, constituyen una verdadera golosina para nuestros fringílidos e incluso papagayos, hasta el punto de saborear su coriácea cáscara a (Verderones, Picogordos o Camachuelos), incluso para aquellos que no están dotados anatómicamente de una parte adecuada: es asombroso observar a un Jilguero zambullirse literalmente entre las semillas de Cártamo, transportandolas hasta el posadero y, sujetándolas firmemente con una pata, intentar penetrar en la rígida cáscara hasta su amargo contenido interior.
Por este motivo, y para facilitar la operación alimentaria, decidimos suministrar estas semillas trituradas, con ayuda de una trituradora eléctrica, o molinillo de café, dejándolas a disposición de nuestros ejemplares el tiempo suficiente para que consuman la dosis que les dejamos (media cucharita de café por sujeto) y ello por la tendencia que tienen todas las semillas a oxidarse, especialmente las oleosas, cuando les retiramos la cáscara.
Fue sorprendente observar cómo disfrutaban los Jilgueros con las semillas trituradas y cómo las devoraban en el término de décimas de minuto, despreciando otras semillas puestas a su disposición y que sabíamos que eran también de su agrado.
Experimentamos estas semillas con los Jilgueros durante varios meses, suministraándoselas, tras triturarlas, 2-3 veces por semana y observamos una óptima saturación de los colores, con la aparición, al finalizar la muda, de una máscara rojo bermellón y una intensificación del amarillo de las alas. Esto fue sin duda debido a las sustancias colorantes contenidas en el Cártamo ya maduro.
Estas semillas pueden utilizarse para colorear de modo natural los sujetos de factor rojo, tales como Carpodacus mexicanos y asiáticos, los diversos Camachuelos y también fringílidos con zona de elección roja, como el Jilguero y el Pardillo sicerín.